Sobreabundancia versus superabundancia

 De la diferencia entre la abundancia mala y buena depende nada más y nada menos que el futuro del hombre.



La mente racional, domesticada por la urgencia,
se ha hipertrofiado tras una costra de asfalto y alquitrán.
Una plaza seca y lisa,
donde todo busca ser eficiente,
rápido, dirigido, controlado.

Pero ¿qué vida puede crecer en un suelo como este?
¿Qué flor puede abrirse paso entre el cemento?
¿Qué savia puede brotar si no hay grieta, ni abono, ni sombra?

Hemos confundido progreso con velocidad,
orden con rigidez,
claridad con control.

Y en ese afán,
hemos asfaltado también el alma.

¿Hasta cuándo seguirás caminando sobre esa superficie fría,
donde el ruido tapa la savia que corre bajo tus pies?

¿Quién serías si dejaras de exigirle a tu mente esa eficiencia lapidaria,
y en cambio le permitieras ser tierra fértil,
blanda y viva?












¿Y si todo tu conocimiento solo te estuviera alejando de tu esencia?

¿Y si la prisa que sientes no es urgencia, sino miedo disfrazado?

¿Quién eres cuando apagas el ruido y no tienes nada que probar?

¿De qué sirve avanzar si solo te arrastras en círculos invisibles?

¿Has sentido alguna vez el peso de tus propias certezas?

¿Puedes sostener la incertidumbre sin buscar respuestas inmediatas?

¿Dónde se esconde tu verdad cuando callas y te escuchas sin juicio?

¿Te has preguntado qué pasaría si dejaras de controlar el tiempo y te abandonaras al ritmo que nace en ti?

En ese silencio blando,
en ese suelo húmedo y acogedor,
la vida se despliega sin prisa.
No con la violencia del apuro,
sino con la sabiduría del ritmo que nace desde dentro.

¿Puedes permitirte bajar la guardia,
romper el asfalto y sentir el latido suave y profundo
que palpita bajo la superficie?

¿Puedes sostener la duda y la inmadurez,
no como fallas, sino como señales
de que algo auténtico está emergiendo?

Bajo la superficie endurecida,
la semilla sigue ahí.
Silenciosa.
Paciente.
Esperando una rendija de humedad,
una grieta de presencia,
una mirada sin prisa.

No le interesan tus metas.
No necesita tu eficiencia.
Solo pide espacio.
Un espacio orgánico.
EspaciosaMente abierto.

No necesitas hacer nada.
Solo estar.
Presente, poroso, receptivo.

No es rendirse.
Es soltar la última máscara,
y quedarse desnudo ante la vida
para que el verdadero pulso —el tuyo—
pueda volver a latir
sin instrucciones.

Comentarios

  1. Qué palabras tan necesarias.
    Muchas gracias por traerlas desde un alma sin asfaltar.

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