La Ley Solar de la Buena Cosecha
El Canal 42/53 se llama “Maduración”. Hasta ahora, una de las leyes absolutas en el Universo es que todo lo que comienza, termina. Todo lo que atraviesa un proceso, ya sea que lo queramos ver como lineal o cíclico, es lo que llamamos maduración: el ir paso a paso atravesando algo de principio a fin. Es la Vida misma para todos nosotros. Está marcada por el nacimiento y la muerte y no hay nada que podamos hacer para escapar de ello. Este es el proceso de “Maduración”.
Ra Uru Hu
El Sol, en su camino, no elige a quién calienta. Irradia. Y al irradiar, nos transforma.
Pero no solo ofrece calor y luz: emite billones de neutrinos por segundo —mensajeros invisibles que viajan a través del espacio, atraviesan nuestros cuerpos y susurran al ADN su silencioso lenguaje de evolución. Estos neutrinos, que provienen no solo del Sol sino de todo el cosmos, reprograman la conciencia instante a instante, actualizando el potencial humano en sintonía con la totalidad.
Esta semana, el Sol ha empezado a activar la Puerta 53, el código de los comienzos sostenidos, la maduración gradual. En el Sistema de Diseño Humano, esta puerta representa el impulso natural al crecimiento que honra los ciclos, que confía en el desarrollo paso a paso, sin forzar, sin apurar. Es el arte de esperar con intención.
En Las Claves Genéticas, Richard Rudd despliega su espectro: desde la Inmadurez, pasando por la frecuencia de la Expansión, hasta la realización de la Superabundancia, esa cualidad que no retiene para sí, sino que comparte lo mejor, sabiendo que todo lo que damos en consciencia retorna multiplicado.
Esta verdad, que hoy vibra en las partículas del Sol, fue sembrada en mí mucho antes de comprenderla con palabras. Fue mi madre quien la repitió como un mantra durante toda mi infancia y más allá: “Todo llega en su momento.”
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Imagen de familia a comienzos de los 80s |
Hoy, mientras el Sol sigue su recorrido lento y sagrado por los cielos, recordamos que toda buena cosecha comienza en lo invisible: en el cuidado mutuo, en la paciencia, en la constancia, en el compartir. Como en el cuento del agricultor que da a sus vecinos su mejor semilla, sabiendo que lo que siembran los demás también florecerá en su campo, también nos toca sembrar gestos, palabras, actos que eleven al conjunto.
No estamos solos. No crecemos solos. Somos parte de una red de relaciones, de información, de conciencia que nos une a las estrellas, a los árboles, a los seres que amamos, a las generaciones que nos preceden.
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